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De la necesidad de escribir

"que el verso sea una llave que abra mil puertas. Una hoja cae; algo pasa volando;(...) Estamos en el ciclo de los nervios.El músculo cuelga,Como recuerdo, en los museos; Mas no por eso tenemos menos fuerza:El vigor verdadero Reside en la cabeza."
Don Vicente

esas cosas

escribirte

hoy he decidido describirte, hablar de ti.
Decir, por ejemplo:
Tienes ojos de ciervo extraviado, 
tienes el alma de halcón cazador,
tienes el espíritu pintado de azucenas y amarillos.

Tengo ganas de hablar de ti.
Tengo necesidad de decir que vives en esa frases que acostumbro escribir,
en esos días que cultivo incanzablemente,
en los ojos pérdidos de los amigos,
en la cara de la gente que trabaja.

Quiero decir que adoro tus pestañas,
tu cuerpo,
tu silencio.

Podría decir que me angustio al no tenerte cerca,
al pensar que duermes en los brazos de otro (u otra).

Quiero decir que amo esa constancia mía hacia ti.

Escribir que nadie, pese a la desnudez de esos cuerpos perfectos, se parece a ti.
(y hablo de ellas que tienen marcadas mis manos en sus pechos, en sus muslos, en sus rostros;
hablo de aquellos que me persiguen por calles y pasajes oscuros esperando a que les caiga violentamente)

Escribir también que todavía te imagino en las noches durmiéndote a mi lado, abrazados,
y despertar solamente para hacer aquello que no se dice
(o que tú no dices, o que no se debe decir, o que yo no sé pronunciar).

Escribir que tengo tu olor en mi cuerpo
y que no me importa que ensucien mi nombre, tratandome de iluso,
tan sólo por escribirte.

Hoy siento que lo que escriba llegará a tus manos;
y que pondrás esa sonrisa nerviosa, mirarás el teléfono y pensarás en llamarme.

Escribiré que tienes esas ganas de verme,
ganas de darme un abrazo.

Escribir: "te quedaste dormido mientras te hablaba...
me gusta verte como abrazas la almohada,
como sonríes con los ojos cerrados.

Hoy, escribiré que antes, antes de la nada, éramos algo.
que nuestra complicidad era el secreto mejor guardado,
que me ponía celoso cuando hablabas de él,
cuando te dormías a su lado,
cuando comías los almuerzos de domingo sobre sus sábanas.

Escribiré lo mucho que odié su nombre,
su enfermedad tenebrosa,
tu lástima.
Diré que lo odié cuando me dijiste que dormía en tu pieza,
en tu cama,
en tu aliento...
Diré que te odié por atreverte a cruzar la cordillera,
conocer playas y descansar en las piedras calientes de las termas, sólo porque era él.

(Sin embargo,
conmigo recorriste estaciones de metro, con los ojos fijos en los míos,
conmigo dormiste sin preocuparte por el mañana, por el pasado, por el presente.
conmigo tuviste la valentía de ser tú...
¿qué más?)

Quiero declarar entonces que te crié en mi pecho,
en mis pensamientos más complejos y lejanos,
que me encanta pensar que aparecerás en la puerta de mi casa,
con ese nerviosismo que sólo yo conozco...

Quiero escribir tu nombre y dejar que los hielos se derritan en las manos ajenas.
¿crees que los demás podrían comprender que esa vez, cuando bajabamos el cerro,
 y tomé tu mano, sin ninguna intención aparente,
y nos sacamos esa foto,
sentía tu corazón latir?
¿podrían entender las ansias que tengo de escapar contigo?

quiero escribir que todavía las esperanzas permanecen en mis palabras
y que en las noches encomiendo tu cariño.

hoy quiero escribir que estás aquí a mi lado,
esperando a que termine de escribir estas palabras

1 comentarios:

Bárbara dijo...

Maravilloso... ni tengo palabras para comentar...es...profundo, delicado, intenso...