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De la necesidad de escribir

"que el verso sea una llave que abra mil puertas. Una hoja cae; algo pasa volando;(...) Estamos en el ciclo de los nervios.El músculo cuelga,Como recuerdo, en los museos; Mas no por eso tenemos menos fuerza:El vigor verdadero Reside en la cabeza."
Don Vicente

esas cosas

EL MONSTRUO DE PIES AZULES

un monstruo de pies azules y ojos rojos,
cubrió con sus enormes manos la cara de los niños.
con sus gigantes garras destrozó las ciudades y los puentes.
salpicó con sus palabras las estatuas de la catedral...
recorría los días del año,
llevando entre sus dedos los recuerdos
en maletas verdes y oxidadas.

el monstruo, feo como dibujo de artista burgués,
a veces se vestía con ropas y tatuajes. 
se colocaba enormes guantes para que confundieran las garras con dedos.
otras tantas, aparecía en los sueños,
se comía los cerebros y luego se dormía entre las almohadas.

el monstruo olía a amapolas durante la mañana,
a tierra mojada en las tardes
y en las noches a sangre.

un día, el apacible monstruo despertó con jaqueca;
es que había criado coagulos en el cerebro.
Pero no era cualesquier coagulo,
sino que rojos,  con rayas amarillas y círculos verdes.

y entonces gritó de dolor.

el monstruo, feo como su reflejo en el espejo,
el mismo que atemorizaba a los niños,
el mismo que dibujaba en las paredes de las casas
y trazabas estrellas en el firmamento,
gritaba,
se retorcía en las calles de asfalto.

y mientras lloraba, pensando en la muerte,
los niños, que tienen los ojos infectados de temor,
bailaban en su estomago.

había un niño, con mirada de vagabundo
que dormía agarrado de un perro de ropa.
miraba desde lejos al monstruo
y pese a las ganas que tenía de jugar en su cabeza, su miedo nunca cesó.

el monstruo moría aterrado, aferrado a las ventanas rotas.
el monstruo se quejaba;
el monstruo temblaba y lloraba.
pero cuando el niño lo miraba,
el monstruo sonreía y el dolor,
por unos instantes,
desaparecía.

y así, el niño y el monstruo de pies azules,
vivían distanciados,
haciéndose guiños,
pero nunca tocándose.
el niño deseoso de jugar en sus cabellos
y el monstruo sanándose con esos ojos distantes.






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