Esta ciudad no me pertenece;
Su olor no es el mío, sus calles, su gente.
SOY EXTRANJERO EN LA METRÓPOLIS
Soy el navegante ausente, extraviado que una ciudad que no es mi patria.
las luces,
las calles,
las fiestas...
Las noches son más largas y bebo con Cervantes, Ortega, García y el Cid.
Me extravió entre papeles, lecturas, en la playa, en el olor del olivo,
en las paredes de mi soledad.
Triste, no estoy.
lejos, quizás.
La ciudad tiene parques con aromas, con personas, con ruidos, zapatos, ruedas, tenedores.
Tomo un café en Marruecos
y en domingo, la ciudad de los Santos
o Barcelona
o París.
Extraño la ciudad y sus sombras, sus gritos, la soledad del andante, las tristezas del mendigo, etc.
Aquí, en cambio, no se duerme;
las calles son más angostas y el tiempo es el de Manríquez
De mis amigos:
Ella, la que cuidaba mis palabras, espera su regalo del cielo (lo que antes estropeado estaba, hoy salta con más vida ¿es qué ahora importa el pasado?)
Él, recorre aquella isla cargada de frío, habla en su idioma, mastica su propia tristeza.
ella, en cambio, sigue construyendo castillos para los elefantes, inventa finales, desarma principios.
De ellos, que viven cada vez más cerca del mar, ya olvidaron los gritos de los niños que olvidaron en su viaje.
El artista, camina descalzo, silva, sonríe; vive feliz. Descubrió los colores primarios y firma sus obras con su nombre.
El niño, crece junto a su madre; ella, la que se negaba a soñar, hoy sueña despierta por el futuro de cristal.
El otro, sigue pensando en sus errores, se mira a sí mismo y extraña... viaja para recordar.
Tú, estás a mi lado, llegaste a la península y te quedaste a orillas de la playa.
Me amas, sabes que estás en mí.
no temes; somos dos extraños, desnudos, frente a frente...
mirando al mediterráneo.
Perdido en la ciudad,
soy cátedra, iglesia católica perdida,
imitador de sueños,
encantador de personas.
Esta ciudad que me recibió, me conserva.
vivo por ella.
Grito en ella.
Esta ciudad que me aferra me mantiene quieto sobre sus tentáculos de fatiga distante.
y duermo,
y pienso
y la ciudad se hace mía.
ya nada importa: tus miedos y los míos.
LA CIUDAD: escena extraviada en términos surrealista. un tranvía que me lleva.
y la ciudad me observa.
PERDIDO EN LA METRÓPOLIS,
excitado como hormiga azucarada.
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